viernes, 15 de enero de 2010

POEMAS DE GINA ALESSANDRA SARACENI

Del libro Salobre

Deriva

Todas las mañanas
me barajo
la vida
en un cuarto
de baño.


Me rindo
ante el gesto
de pintarme
los labios
con la mano
izquierda.

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Sólo el naufragio
te acompaña
cuando sopla
el otoño
y estás en Berlín
por una soledad
que te envenena.
Al borde del camino
la vida queda presa
en los olivares
que atrapan
su cabellera
de higos rojos.

Es un pez asustado
que huye de la red,

un gato que juega
con su sombra.

Sonríe redonda
y a veces llora
los amores perdidos
para siempre.


***********


Las aceitunas que vende
el árabe
en el Boulevard Ornano
son islas
de un Oriente
salado
con rabia
y jenjibre.

Las comes
a solas
con la vida

en el fondo
del Boulevard Ornano.


************


En los Jardines
de Les Tulleries
el fracaso es un mimo
que al final de la tarde
se quita el maquillaje
y desaparece en una estación
del metro.


EXODO I

Los migrantes
siempre se están yendo.

El recuerdo
de su tierra
es la breve morada
de sus días.

El camino los agota,

huérfanos

los deja a la intemperie,
les arranca los párpados
para que mueran
mirando las heridas
de sus hijos.

Los niños de Sierra Leona
no tienen manos para jugar.


EXODO II

Las madres de Ruanda
perdieron la leche
de sus senos.
Dejaron sus cabellos
a la orilla del río
y cantan calladas
la plegaria del exilio.

Soñaban regresar
a sus hogares
para enterrar
la sonrisa rota
de sus hijos.

Al atardecer,

los zamuros vuelan
al ras del suelo.

(publicados también en la revista Hotel Abismo, dirigida por Juan Duchesne Winter)
............... ............................. ...................

Le devolvió
las piedras al mar,

las piedras guardadas por años
en frascos de mermelada.

Fue el vacío
lo que quedó
en su lugar.

Igual que un abandono:

dura todavía.

***

Hay un caballo
al borde del camino.

Entre viñedos y
hierbas quemadas
espera que transcurra
el día.

El sol moja la negra
pelambre de su lomo.

Arde su soledad en el verano.

Maduran las uvas
al calor de su aliento.



Naturaleza muerta

Las frutas maduran
en el cuadro.
Sus semillas brotan
en la tela,
se hinchan de sabor,
se vuelven amarillas.

Tu madre amaba
las frutas de ese cuadro,

su paciente espera sobre la mesa
su redondez un poco golpeada

ese olor a fruta podrida
que llenaba la mañana
de una breve tristeza anticipada.

***

Crece el parque al amanecer.

El silencio abandona
las raíces de los árboles
y se levanta hasta las hojas
comidas por los loros.

Cada madrugada volvemos al parque
con los pies clavados en la tierra
y el pulso latiendo entre la sangre

Podríamos morir de madrugada
escuchando el canto de los loros
que atraviesa el cielo
y lo sofoca
y lo deja sin aliento.

Podríamos morir de madrugada
rodeados de loros que nos miran
correr como liebres fugaces,

cada uno con su canto
en la garganta

cada uno con su vuelo
a ras del piso
abriendo zancadas
en la hierba.

Es el despertar de los loros
que abandonan el parque
en manada,
y hunden en el cielo
un grito atroz.

Cada madrugada
se despiden de nosotros
lo verdes loros del parque.

Regresarán en la noche
para dormir en las altas
copas de los árboles.



San Vito es un pueblo
entre el mar y la colina
donde la gente quiere
que siempre sea verano.

Es una red que arroja
sus nudos en el
Adriático para pescar
el mapa de su canto.

Es el geranio que riega
tu madre cuando piensa
en la abuela y la bendice
con agua de mar.

***
No sabremos si el circo volverá a este
pueblo alejado del mundo.
Si el hombre lobo saldrá de la jaula
para vivir con la mujer de sus sueños;
si la trapecista se quedará en la cuerda
floja mirando la incertidumbre de sus pies.

Esperaremos que al payaso le crezca
la nariz y que la carpa del circo
nos arrope en su abrazo de lona.

***

Si los árboles pierden su fuerza
y la ciudad extravía su nombre

no dejes que el poema
quede atascado
en la punta de
la lengua.

Déjalo salir

Qué viva apenas
el tiempo de su escritura


***

El pájaro voló adentro de la sangre

No supimos a quién le dejó
la mudez de sus plumas.


***
Esta semana
se quedó quieto
como el café
que se empoza
en la taza
todas las mañanas.

Nos dejó huérfanos
en la orilla de la noche,
mancos y ciegos
exhaustos y mudos.

Esta semana
fue la cigarra
que muere
por su canto,

el amor.

(Inédito)

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