iv.
Desde el primer texto al último hay casi 200 años de diferencia. Los registros de la medicina, la ley, la literatura, la música, la cultura popular (forma y contenido son coherentes: son “monstruosos”) se van entretejiendo en el devenir de las páginas. En ellas se forma y disgrega una comunidad: la comunidad gay. No la “comunidad gay” que aparece en los diarios, casi siempre para referirse de forma burlesca a un actor social agrupado en conjunto, sino más bien una comunidad política, como núcleo duro de acción y reacción que se mueve fuera de la ley, por ser segregada y criminalizada por ella pero también para generar un nuevo espacio autónomo, más allá de la ley y de la patria. Podríamos, entonces, expandir las coordenadas más allá del espacio latinoamericano y encontrar afinidades.
En un nivel inferior a todo el resto oímos otra presencia, el susurro de otra presencia. Si en un principio la enfermedad era impuesta por el aparato social desde el discurso médico como mental u orgánica, innata o adquirida, hacia el final de Mapa callejero va creciendo el verdadero monstruo, una verdadera enfermedad: el Sida. Y es ahí que se abre un nuevo silencio, una nueva imposibilidad para decir, para hablar, para identificarse.
vi.
Hermafroditas, maricones, locas, invertidos, pederastas, uranistas, depravados, degenerados, repugnantes, viciosos, intersexuales, transexuales, gays, lesbianas, hombres, mujeres: seres fuera de todo entramado, que no encajan y que por ello mismo cuestionan el orden (y la existencia misma tal como está presentada) de lo real. En ese sentido, el texto de Mauro Cabral, “Diferencias ambiguas”, podría ser tomado como el aleph de la antología. El intersexual (andrógino, hermafrodita) es lo monstruoso para la sociedad: no se lo puede definir bajo ninguno de los sexos establecidos (masculino o femenino) ni aun después de la intervención quirúrgica, momento a partir del cual se le atribuye una identidad (con la cual no nace), va más allá de la ley biológica y encarna la mitología pasada y la esperanza futura de lo gay. Es pocas palabras: es peligroso, es un elemento disyuntor, desestabilizador dentro del cuerpo social, que ahora debe considerarse a sí mismo como enfermo. Lo gay presentado por Mapa callejero se escribe desde acá, variando sólo el grado de conciencia, denuncia y silencio presente en esas voces.
la reseña completa, en el último número de no-retornable
Desde el primer texto al último hay casi 200 años de diferencia. Los registros de la medicina, la ley, la literatura, la música, la cultura popular (forma y contenido son coherentes: son “monstruosos”) se van entretejiendo en el devenir de las páginas. En ellas se forma y disgrega una comunidad: la comunidad gay. No la “comunidad gay” que aparece en los diarios, casi siempre para referirse de forma burlesca a un actor social agrupado en conjunto, sino más bien una comunidad política, como núcleo duro de acción y reacción que se mueve fuera de la ley, por ser segregada y criminalizada por ella pero también para generar un nuevo espacio autónomo, más allá de la ley y de la patria. Podríamos, entonces, expandir las coordenadas más allá del espacio latinoamericano y encontrar afinidades.
En un nivel inferior a todo el resto oímos otra presencia, el susurro de otra presencia. Si en un principio la enfermedad era impuesta por el aparato social desde el discurso médico como mental u orgánica, innata o adquirida, hacia el final de Mapa callejero va creciendo el verdadero monstruo, una verdadera enfermedad: el Sida. Y es ahí que se abre un nuevo silencio, una nueva imposibilidad para decir, para hablar, para identificarse.
vi.
Hermafroditas, maricones, locas, invertidos, pederastas, uranistas, depravados, degenerados, repugnantes, viciosos, intersexuales, transexuales, gays, lesbianas, hombres, mujeres: seres fuera de todo entramado, que no encajan y que por ello mismo cuestionan el orden (y la existencia misma tal como está presentada) de lo real. En ese sentido, el texto de Mauro Cabral, “Diferencias ambiguas”, podría ser tomado como el aleph de la antología. El intersexual (andrógino, hermafrodita) es lo monstruoso para la sociedad: no se lo puede definir bajo ninguno de los sexos establecidos (masculino o femenino) ni aun después de la intervención quirúrgica, momento a partir del cual se le atribuye una identidad (con la cual no nace), va más allá de la ley biológica y encarna la mitología pasada y la esperanza futura de lo gay. Es pocas palabras: es peligroso, es un elemento disyuntor, desestabilizador dentro del cuerpo social, que ahora debe considerarse a sí mismo como enfermo. Lo gay presentado por Mapa callejero se escribe desde acá, variando sólo el grado de conciencia, denuncia y silencio presente en esas voces.
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