domingo, 27 de diciembre de 2009

Discusión

Literatura argentina y tradición nacional

(*) Por Nancy Fernández

La literatura argentina empieza con Rosas. Esa es una inconfundible frase de David Viñas, apodíctica y sentenciosa en el contenido, provocadora en el tono que inscribe un ideologema polémico. En primer lugar, citar como agente cultural una figura política y segundo, elegir el retrato de quien fue terrateniente paternalista y restaurador de leyes pensadas como protectoras del orden nacional. Nación en la perspectiva de un proyecto de país que se dirimía entre el Federalismo rosista y los desertores de primer orden que pronto armaron su cofradía en nombre de un liberalismo ilustrado y un romanticismo leído en los mejores poetas europeos: Chateaubriand, Hugo y Lamartine, Lord Byron y más atrás, de Shakespeare. Me estoy refiriendo a Juan Bautista Alberdi pero sobre todo a Esteban Echeverría, ambos colaboradores del periódico La Moda, creado por Juan Manuel de Rosas y cerrado al año siguiente, en 1838. Si en los comienzos federales reinó cierto clima de conformidad y expectativas, fue porque Rosas supo reunir los intereses de los estancieros, decepcionados del régimen rivadaviano y de la ineficacia de Lavalle, más los jóvenes que luego de leer y debatir en la librería de Marcos Sastre, pasaron a ser los proscriptos, los intelectuales de la Generación del 37. Sin embargo, en ese viaje europeo que resultó un acto colectivo para la adquisición de saber y prestigio, Echeverría intentó crear una lengua propia que constituyera la base de una identidad cultural. Esto es notable en el romanticismo que presta atención al carácter popular de la nacionalidad y por eso desplaza la lírica elitista de los neoclásicos (La lira argentina); pero particularmente en Echeverría, la inclusión de elementos fuera de la estética vigente, tiene que ver con un nuevo estilo. Pensemos incluso en Sarmiento que pretendió derogar la ortografía hispánica sustituyéndola por una vernácula. Si la literatura argentina empieza con Rosas, es porque la potencialidad de su figura generó fuerzas en conflicto, poniendo en evidencia la marca auténtica de la cultura nacional, allí donde se define la necesidad de una lengua que colme el desértico vacío institucional.
Con una idea de tradición sesgada, de desvío paradojal, Ezequiel Martinez Estrada pensó que los factores representativos de la literatura argentina eran los gauchescos y los viajeros ingleses (estos por su carácter desprejuiciado al describir el territorio americano). Asimismo, pensó en Rosas y Perón emblemas identitarios de una subjetividad colectiva. No como continuidad lineal, sí no como constelaciones seriales donde se define, entre variables contextuales y repeticiones discontinuas, el imaginario argentino de una comunidad.
Estas fueron algunas de las cuestiones, algunos de los problemas (teóricos, culturales, históricos) que mencioné para discutir sobre los rótulos que nunca dejan de aparecer, en este caso, “literatura peronista”. Así intercambiamos puntos de vista con Omar Genovese en su blog El fantasma, a propósito de uno de los posts más vistos entre noviembre y diciembre de 2009, “Incardona dixit”. Si yo prefería hablar de literatura y peronismo, fue porque en ese sintagma o en esa conjunción sustantiva, hay algo que nos habla de un sistema de representación que evita los modelos parejos pero que con una frecuencia sostenida en su fragmentariedad, manifiesta un sistema de signos y mitologías culturales que nos identifica. Así, en 1996, escribí un ensayo en un libro colectivo que editó Beatriz Viterbo, (en el que colaboraba Edgardo H. Berg). Al capítulo lo titulé “Fiesta y cuerpo: algunas reescrituras de Civilización y Barbarie” y el cuerpo de los autores y textos que tomé lo armé con “El Matadero” de Esteban Echeverría, “La refalosa” de Hilario Ascasubi, “La fiesta del Monstruo”, de Bustos Domecq y “El niño proletario” de Osvaldo Lamborghini. Ahí no había comparación de textos, ahí trataba de establecer un diálogo replicante entre objetos que hablaban de una significación comunitaria, un lenguaje hecho de restos de violencia, de formas estéticas ligadas a la sangre, de procedencias y remisiones que marca la repetición y el desplazamiento no de esencias, sino de materialidades verbales y gestuales que signan un marco de pertenencia histórica y social. Por eso, y salvando las elecciones y procedimientos de escritura, Juan Diego Incardona permite pensar en literatura y peronismo, aunque, a mi modo de ver, calificar su narrativa de literatura peronista, sea riesgoso y reductivo. Villa Celina, El campito, libros que se fueron construyendo por fragmentos y en sintonía con las tecnologías contemporáneas de la cibernética (porque Incardona publicaba fragmentos en la revista virtual El interpretador, como ahora lo hace con su próxima novela, La lluvia de ácido sulfúrico, dejándonos leer pequeños tramos en su blog diasquesempujanendesorden). Realismo y ciencia ficción, más la dosis justa del humor que resalta la singularidad de sus relatos, únicos en el manejo de esos dos registros. Y allí donde la potencia narrativa se afirma para contarnos historias del Conurbano, la acción se hace visible en los dibujos de Santoro y de Gisone; así, las descripciones microscópicas se ilustran con el trazo de la aventura, en caminatas sin rumbo fijo (Carlitos el ciruja y su gato montés) por barrios secretos donde se guarda la memoria de la violencia. La escritura de Incardona se define por elaborar el realismo (hay referencias verídicas de tiempo, lugar y nombres) con la dosis de imaginación que sabe distorsionar productivamente la supuesta fidelidad a los hechos. Entonces, la imaginación es prolífica en batallas heroicas donde triunfan los habitantes mutados en resistencia pura (“La batalla del mercado central”). La escritura de Incardona se juega en ese equilibrio de invención y realidad cuyo soporte es una masa de lecturas que constituye el proceso de su formación. Como todo auténtico escritor, Incardona sabe que es un lector coherente en la línea de sus afinidades electivas; y un lector de Incardona debe reconocer las huellas y marcas de los libros que son sus modelos (Arlt, Marechal, Oesterheld, Twain, Verne), donde la figura del narrador y su impaciente interlocutor es la base de una tradición occidental. Esas son las mil y una noches donde al calor del barrio Juan Diego, el Moncho, Leticia, los vecinos y el barrio entero, aguarda la llegada de Carlitos. Ese es el sentido de las mil y una noches del conurbano, y no la confusión de literatura con documentales bizarros de América TV. Lección para un lector anónimo, “incontinente” y confundido que dejó su comentario en el blog de Omar Genovese.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Un nuevo libro de Arturo Carrera en Mansalva

Autor: Arturo Carrera
Colección:Campo Real
Género: Ensayo Argentino
Cantidad de páginas: 160
Ibsn: 978-987-1474-24-0


Estuve “murmurando” estos escritos en distintos ámbitos —presentaciones de libros, alguna que otra conferencia, alguna que otra intervención en los llamados congresos de literatura. En fin… No hechos, que no son autobiográficos, sino apenas sensaciones, que sí lo son. Joseph Brodsky dijo alguna vez que las biografías de los poetas están presentes en los sonidos que hacen. Si es así, ésta es una probable biografía y así lo hice constar en las fechas que inicializan cada “ensayo”. Porque he considerado todos estos borradores míos como parte de esos ruidos extraños y rítmicos: una voz. El sujeto y personaje de los textos no soy yo sino el murmullo. Aquel murmullo que no es otra cosa que un desafío humano ante la muerte. Una contrastación serena, insidiosa y apenas perceptible de lo que somos (nuestra vida), pero en la instancia de la lectura y escritura (nuestra grafía improbable).
Arturo Carrera

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Salagrumo

La revista Grumo actualizó su sitio web del mes de diciembre del 2009 y despide el año con todo. Artes plásticas, reseñas, ensayos, poesía y narrativa, cultura argentina y brasileña del nivel artístico e intelectual con que nos tiene acostumbrados. http://www.salagrumo.org.ar/.

jueves, 10 de diciembre de 2009

LECTURA DE POESIA

Cierre del año del CICLO DE LECTURAS DE POESIA LA MANZANA EN EL GUSANO
VIERNES 11 DE DICIEMBRE 20 30 HS
Martín Armada - Sonia Scarabelli (Rosario) - Daniel Samoilovich http://www.lamanzanaenelgusano.blogspot.com/ En el Centro Cultural Abasto (Gallo esquina Humahuaca).
Coordinan: Nurit Kasztelan - Heber Ortiz - Germán Rosati

sábado, 5 de diciembre de 2009

SONIA BUDASSI Y NANCY FERNANDEZ: reflexiones de lo mínimo

En medio del campo con batifondo en el desierto, Sonia pensaba en trazos leves para practicar prosa en la actualidad. A ella no la convence la palabra austeridad; es verdad, tiene residuos solemnes, casi impostados. Nancy proponía "despojo", no sencillez, mas bien fragilidad, quizá incompletud. Intemperie, no tanto vacío. La leve vulnerabilidad de lo mínimo.

viernes, 4 de diciembre de 2009

El campito de Juan Diego Incardona (nota)






Literatura argentina y peronismo. Sobre El Campito, de Juan Diego Incardona (Buenos Aires: Sudamericana/Mondadori, 2009)

(*) Por Nancy Fernández

En su extraordinario ensayo “El narrador. Sobre la obra de Nicolai Leskov”, Walter Benjamin pensaba en dos figuras: el viajero que cuenta y el otro que, sedentario en su morada, hace circular las historias de generación en generación, propagándolas hacia destinos insospechados. La imagen de quien siempre estuvo ahí para contar lo que vio y lo que sabe se complementa con el círculo de escuchas ávidos para no perder detalle y continuar al infinito con el suceso, a medias cierto, a medias inventado. Juan Diego Incardona nos vuelve a sorprender con su nuevo libro, esta vez la novela que tituló El campito y que comenzó a publicar “por entregas” en la prestigiosa revista que el mismo fundó, El interpretador. Letras, arte y pensamiento. Con Juan Diego es posible ver al menos dos líneas de lectura que lo formaron como escritor, a saber, las maravillosas historias que le vienen de Mark Twain y Julio Verne, y la vertiente nacional que va de Roberto Arlt, Leopoldo Marechal y Oesterheld (con este último la política, el dibujo y la acción). En El campito, las aventuras del río Mississippi dejan paso al Riachuelo y al Matanza, zonas de peligro y salvación que hay que cruzar para concebir en su integridad, la saga que narra el mundo cotidiano, el público y el privado desde Villa Celina hasta acá. Si de aventuras se trata el núcleo que potencia la escritura, está en la acción, el motor que hace funcionar la narratividad entre el mundo familiar y su transformación humorística en un averno alucinante. Porque la aventura radica en el espacio propio y conocido, el texto manifiesta dos géneros de composición que sostienen la técnica del relato. Desde esta perspectiva, hay elementos de realismo y de ciencia ficción, procedentes de referencias localizables en la cartografía zonal de La Matanza (nombres propios, Juan Diego, Leticia, el Moncho, La Juanita, la evocación a Perón y Evita, la conmemoración del 25 de mayo, las Fiestas Patrias y el 17 de octubre las formaciones discursivas y estrategias identitarias que apelan al reconocimiento y la señal de grupos militantes: el vocativo “compañeros”, los festejos y actos públicos, los graffitis combativos, las referencias a la “Libertadora” y al golpe del 55´, los fusilamientos, los refugiados del peronismo protegidos por la CGT para llegar a días más apacibles en las reuniones de la parroquia del Sagrado Corazón, que conocemos de Villa Celina); todos son rastros que van quedando de una transfiguración de la cultura popular en clave de ciencia ficción. La ficción alucinante empuja los hechos como “días que se empujan en desorden”, tomando el nombre del blog que administra Incardona. Así funcionan los loros barbudos, el Gorja Mercante y los enanos peronistas, Aldo el enano gigante, y las criaturas mutantes que derivaron en tal estado a causa de una nube de gas venenoso que acecha al Gran Buenos Aires. ¿Y quien de nosotros no ha visto hacia la salida de Capital Federal, la neblina tóxica que invade Dock Sud? Incardona comienza con el contexto preciso: tenía 18 años y era la época de la remarcación comercial, la plata no alcanzaba, y la ficción se convierte en el salvoconducto práctico para reinstaurar, en sueño, pesadilla o recuerdo verídico, la liturgia ritual de la memoria activa.
En este sentido, también cabe hablar de experiencia, de esa que el autor hace funcionar en la novela (y en la saga), con elementos íntimamente autobiográficos y con la memoria de la comunidad vecinal, la mitología barrial del conurbano bonaerense.
Salir a “la esquina de la Juanita” para respirar un poco y de ahí en más, las anécdotas de Juan Diego, el que escucha y relata, son materia para la escritura de la vida que transita por la a-ventura; narrador y personajes, transmisores que deambulan y se detienen para zapar historias, tal como Juan Diego hace en rueda de amigos con sus versiones de rock nacional. La CGT conspira y construye por orden de “la Señora”, según se dice, según se sabe o se cree, barrios secretos con formas de cabeza humana. Fortuna y azar pueden cambiar de rumbo y generar incertidumbre. Así, El campito cuenta como pasado, casi en temporalidad arquetípica, lo sucedido en su dimensión de realidad y de artificio. Lo visual y el dibujo, entonces, tienen que ver con esa marca que imprime Oesterheld, con la acción que se desplaza y desencadena posibilidades de un auténtico delirio y visos de verosimilitud.
El intervalo y la espera constituyen la condición material para que la narración, paradójicamente avance. Y en esa pausa que Juan Diego no aguanta (porque a Carlitos, el ciruja, le pregunta con ansiedad cuando vuelve y como sigue la historia), toman forma los mitos y la realidad histórica, promoviendo una dinámica narrativa para las mil y una noches del Conurbano, la celebración plena de la fábula peronista. Si el final explota con la batalla del Mercado Central, Marechal se filtra en los recorridos del Ciruja y su Gato Montés, el Gorja Mercante y el Cantor: el Purgatorio, la Parada, los puentes, pasadizos y monoblocks. En semejante escenario, todos los personajes pasan a ser relatores de una historia a transmitirse en cadena (como los actos cívicos del General), donde cada uno aporta un detalle o añade otra posibilidad. En la cartografía que el autor literalmente nos muestra en línea de saga, vuelven las viejas anécdotas y personajes: la alusión al hombre gato, el ataque a Villa Celina, el perro de dos narices conjugando la subjetividad colectiva en el sistema de creencias y códigos barriales. Desierto, campo y barrio son modos de reconfigurar la tradición argentina: el barrio es la entrada para corear con voz ronca y popular la fiesta nacional el régimen textual con su verdad propia, la inajenable huella arltiana de baldíos galvanoplásticos, con rosas de cobre y jazmines de bronce poblando llanuras de carboneras.

Notas (Elvira Orphée)



Una maldita ciudad de provincia

(*) Por Fabián Soberón

(Publicado originalmente en La Capital de Rosario, 29-11-09)

Uno de los méritos de Aire tan dulce (cuya primera edición es de 1966 y ahora reeditada en el 2009 por el sello Bajo la luna) es crear un mundo a partir del desorden. Con una trama más azarosa que lineal, la novela genera un orden de apreciación de la provincia. Desde la mirada caótica de los sentimientos explora la presencia cotidiana del mal. Aire tan dulce se articula desde las voces en primera persona de tres personajes centrales: Mimaya, Atalita Pons y Félix Gauna. Como en un caleidoscopio, las voces diversas y dislocadas configuran un universo mental y físico. Se trata de un espacio reducido en el que circulan los miedos y la osadía de Atalita, la rebeldía y la venganza de Félix Gauna y la ironía melancólica de Mimaya. Con sus voces alucinantes, los personajes crean un rompecabezas en el que se dibuja, lento y en zigzag, la hipocresía del mundo.
La prosa de Aire tan dulce encandila, encanta. No sólo suena el ritmo frenético del jazz entre las palabras sino que, además, la poesía es una presencia continua. La perturbación de la vida amorosa y filial se traslada al lenguaje. Frases cortas, largas, puntuación atrevida, rupturas repetidas, oralidad manifiesta. La novela es una fiesta del lenguaje: la síncopa sella las palabras como un mar.
Tres voces, entonces: Mimaya, Atalita Pons y Félix Gauna. Mimaya, anciana melancólica y altanera, piensa la dolorosa relación con sus hijas y siente la inminencia de la muerte como un lenitivo posible. Habla de sí misma con indulgencia y remite el dolor por la muerte de Oriental. Mimaya adora a Atalita. Pero cree que ella no la quiere. ¿A quién quiere Atalita? Como un fantasma ciego, la sombra del dolor la acosa.
Atalita es la nieta maldita de Mimaya: el monstruo de la familia, la que carga con la fama de animal ruin. Rebelde, ama a varios hombres y a ninguno, camina por las calles oscuras de una ciudad asediada por el calor y la maledicencia.
Félix Gauna vive en la desazón. Enfrenta al profesor de Historia y por ese acto de arrojo lo expulsan del colegio. Un amigo le dice que Elva Gauna, su hermana, se dedica a la prostitución. Y él se encrespa y quiere pegarle. La violencia es una de las claves de la novela. Después de abandonar el colegio, Félix se ve obligado a trabajar en el ingenio. La tierra mojada, la desidia, el oprobio del calor, las chicas fáciles de la pensión pueblan la geografía del ingenio. Gauna se resiste a la desidia pero pierde. En uno de los momentos cruciales, desea convertirse en el peor de los hombres. Y hace una lista para vengarse. El blanco principal de su rencor es Atalita. Con ese plan aspira a convertirse en un gran asesino.
La novela crea un mapa huidizo y certero de la violencia y del amor, ese bicho espantoso. En una ciudad de provincia, los seres deambulan motivados por la urdimbre pegajosa de las pasiones. Los personajes están atravesados por el odio y no lo esconden. El odio es el silencioso motor de sus vidas opacas y anodinas. Con una música furiosa en la prosa, la novela plasma, en los meandros ramplones de una vida común, el estertor del mal en la provincia.
La ciudad aparece, sesgada, como un sombra inevitable: "La ciudad mezquina, ordinaria, ruin"; "maldita la ciudad de casas chatas y repetidas... aquí nadie habla del alma como no sea en torno del catecismo". La ciudad no es mero escenario: ella misma, contaminada por el abuso de la fe católica, adquiere una de las formas del mal. Atestada por "la luz piojosa de las calles", la ciudad es un velo, un jardín de flores rojas y sangrientas que esgrime la amarga vida y que contiene "los decorados para esconder lo terrible".
Aire tan dulce es una novela original: plasma la geometría sentimental atravesada por el aire dulce de los naranjos y el olor húmedo de la tierra. El mundo extraño de la ciudad provincial se enciende con el voltaje poético de una prosa sincopada, oral y minuciosa.

jueves, 3 de diciembre de 2009

ARTURO CARRERA EN MAR DEL PLATA



Viernes 4 de diciembre estará presente Arturo Carrera, 19.30 hs, aula 45 Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata. Organiza grupo "Literatura, política y cambio", como cierre por este año, a un ciclo de escritores que contó con Daniel Link, Juan Diego Incardona, Sebastián Hernaiz y Martín Kohan. La seguimos el que viene.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

SE VIENE OTRO LIBRO: LA POESIA DE ARTURO CARRERA: ANTOLOGIA DE LA OBRA Y LOS CRITICOS

El IILI (Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Pittsburgh, EEUU) publicará proximamente un libro que reúne una antología poética de Arturo Carrera y de textos críticos, donde colaboraron destacados estudiosos de la obra del autor. El volumen integra la colección Cornejo Polar y está a cargo de Nancy Fernández y Juan Duchesne Winter como editores. Además de la prestigiosa revista Iberoamericana, Duchesne dirige otra gran revista cultural, Hotel Abismo.