Nancy Fernández. Poéticas impropias. Escrituras argentinas contemporáneas (Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, 2014).
No es
sencillo dar con lecturas que sean tan coherentes y tan consecuentes con un
determinado paradigma teórico y crítico como lo son las de Nancy Fernández. Las
claves de lectura a las que apela, las líneas de lectura que traza, no sólo
atraviesan las diferentes partes y los diferentes objetos desplegados en Poéticas
impropias, sino que remiten por caso a (y resuenan por caso desde)
sus Narraciones viajeras, el libro que en 2000 dedicara a Saer y a
Aira. Y es que sabemos que toda crítica literaria sólida postula, desde su
misma práctica, determinada concepción de lo que es la literatura y determinada
concepción de lo que es leer (para discrepar, o para confrontar, se lo diga o
no, con otras concepciones posibles). Pero esa premisa asume, en el caso de
Nancy Fernández, una disposición tan constante, un tono tan compacto, una
resolución tan subrayada, que hasta podría decirse que cada una de sus páginas
puede llegar a funcionar casi como una especie de manifiesto.
Hay
una fuerte presencia de la teoría y la crítica en Poéticas impropias:
no están ahí tan sólo por el saber que puedan proporcionar, sino también por el
saber que pueden ayudar a producir. La remisión a Roland Barthes, a Deleuze, a
Foucault, supone más que una apoyatura, excede la función del suministro
discrecional de conceptos; Nancy Fernández los convoca para así ponerles nombre
a una sensibilidad y una competencia de lectura. De igual manera, las
referencias a Nicolás Rosa constan para dar cuenta de una tradición y de una
formación: menos para pagar una deuda, que es lo que suele decirse, que para
acrecentarla con nuevos abordajes literarios.
Las
premisas de Nancy Fernández respecto de la literatura, las que en Poéticas
impropias le van a permitir ocuparse de Copi o de Arturo Carrera, de
Juan L. Ortiz o de las escrituras argentinas más actuales, de Tamara Kamenszain
o de Leónidas Lamborghini, se nutren de las coordenadas ya canónicas del
postestructuralismo francés, por una parte, y por otra de esa heterodoxia
argentina (y de las ondas expansivas de esa heterodoxia argentina) que se
llamó Literal. Por eso Nancy Fernández lee en procura de rupturas
de límites, desvíos de la norma, opciones de margen, labilidad de fronteras;
lee poéticas del borde, reactualizaciones vanguardistas, transmutación de
valores y redefiniciones de lo narrable; lee derivas, contingencias, devenires,
travestismos, significantes en su materialidad.
Dos
renuncias vehementes determinan el horizonte general en el que van a
transcurrir estas lecturas críticas: renuncia a la “transparencia de la ilusión
referencial” y renuncia a toda comunicación directa y clara. La literatura, o
estas literaturas, responden a otra clase de afanes. Se desvinculan con toda
intención de un principio de semejanza con alguna realidad exterior, para
promover tanto mejor “cierto equívoco entre lo real y lo ficticio” o para
“producir realidad” desde sí mismas. Si alguna clase de realismo se considera,
ha de ser paradojal (como en Copi, en quien lo real es artificio), o
reinventado (como en Aira, que no presupone realidades naturales) o desmarcado
de sus convenciones clásicas (como en Leónidas Lamborghini, que a la vez
recupera el legado de las vanguardias).
El
exceso en la escritura, o bien la escritura en exceso, habilita (por caso, en
Copi) un “gasto gratuito del sentido”, de tal modo de emanciparse del
predominio de una finalidad comunicativa. Es lo que Nancy Fernández va a
resaltar tanto en el neobarroco de Arturo Carrera como en Literal:
la práctica significante inscripta en la propia textualidad, para lograr “una
palabra fraguada en la clandestinidad, resistente a la comunicación y a toda
regla de aceptabilidad”.
Esta
literatura que no refiere ni comunica, es decir que no lo hace de manera
directa o prioritaria, designa, en su radicalidad, el tipo de perspectiva que
Nancy Fernández decide solventar. Y es la que le va a permitir, en primera
instancia, atesorar ese corpus que es canon y a la vez contracanon: en
pleno Literal, Zelarayán; en la proximidad de Literal,
Kamenszain; retomando, vía Lamborghini, a Literal, César Aira, y
así siguiendo. Luego, con la misma determinación, es la que le va a permitir
abrir discusiones, contrastar escrituras. Discusiones: una sección considerable
de Poéticas impropias vuelve sobre la cuestión de la autonomía;
lo hace remitiéndose a Adorno, a Tel Quel, a Andreas Huyssen; desde
ahí entabla sus divergencias con la noción de postautonomía que Josefina Ludmer
propuso e instaló como una provocación a ciertas ideas demasiado establecidas
respecto de la literatura.
Contrastar:
los realismos percudidos o desconcertantes le permiten a Nancy Fernández
examinar de otra manera los realismos convenidos de la narrativa argentina de
estos años, las rebeliones contra el imperativo de la comunicación le permiten
resaltar la ausencia de fabulaciones crípticas en esas mismas narrativas; los
desafíos a las reglas de producción y distribución del arte, sostenidos desde
una voluntad de ruptura, le permiten advertir el acatamiento preponderante en
estos tiempos.
Así
estas Poéticas impropias alcanzan el sentido más potente de su
tan esmerada composición de una tradición alternativa: la posibilidad de
ambicionar una visión diferenciada del presente y en el presente.
MARTÍN KOHAN
(Nota
´publicada en RCLL, nº 80,
2014-1015)
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